martes, enero 31, 2006

Lotería negativa

Esta vez voy a escribir por puro desahogo ya que el tema sinceramente no es lo que se dice agradable.

Desde hace justo siete días he estado en varios lugares a los que normalmente no suelo ni quiero ir (“ni falta que me importa”). Lugares como un tanatorio, un cementerio, una sala de espera de un quirófano y una planta de hospital... Son lugares que más tarde o más temprano acabas visitando por diversos motivos que casi siempre son terribles o como mínimo dolorosos.

Es muy curioso, con que facilidad asociamos a estos lugares todo tipo de sensaciones y sentimientos negativos como el malestar, la angustia, la tristeza, el mal olor, el mal rollo, la depresión y el temor a la muerte.

Luego aparecen los pensamientos trascendentales sobre la caducidad de la vida, la fragilidad del ser humano y finalmente a veces y aunque sea solo por un momento, la aprensión por la cantidad de enfermedades y dolencias que circulan por el mundo.

Para esta lotería negativa no hace falta comprar boletos ni décimos. Todos apostamos y con el tiempo nos vamos volviendo más y más ludópatas. Con el paso de los años vamos haciendo cada vez mas apuestas hasta que un día nos toca el premio, mejor dicho, nos cae encima.

Por eso muchas veces, cuando compro lotería de navidad o hago alguna quiniela de fútbol, me digo, ojalá me toque el premio, pero si no me toca este, que al menos tampoco me toque el “anti-gordo”, el premio especial de ese sorteo cuya azafata va vestida de negro y saca las bolas pinchándolas con una guadaña.

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domingo, enero 22, 2006

Momento fotográfico

Que bueno es esto de tener un blog. Si quiero y me apetece, entro y pongo lo que me da la gana. Si alguien lo quiere ver, que lo vea. Si a nadie le interesa, de acuerdo, entonces seré yo el único que incremente el contador de visitas.

La verdad es que de vez en cuando me gusta entrar y mirar el susodicho contador y de paso ver si alguien me deja algún comentario. Aunque lo importante para mi es poder desahogarme, sacar parte de mis pensamientos aquí, sin reglas, sin normas, sin estilo, sin pautas... Es altamente recomendable.

Ahora mismo son las tantas de la noche, hemos vuelto (mi medio melocotón -que diría el tito chinchán- y yo) de tomar unas raciones con unos amigos, y me ha apetecido poner unas fotos de nuestra estancia en Roma y algunas otras ciudades de Italia...

Aqui va una del foro en la capital del país. En el centro de la imagen, un poco arriba, se ve una especie de "caseta baja". Ahí dicen que encontraron el cuerpo de Julio Cesar, tras haber tenido un intercambio de pareceres con su hijo Bruto.
La hice desde el museo "capitolino" a eso de las cinco de la tarde. Por la mañana estuvimos allí mismo en el foro, bajo un calor de narices... Roma me encantó. Tiene para mí un encanto especial.







Florencia, otro lugar para recordar. Esta imagen está tomada desde el puente Vecchio hacia otro de los puentes (si no me falla la memoria). Ya se que es un topicazo, pero lo recomiendo. La galería de los Ufizzi, tremenda. Tener en frente de ti, tantas obras de arte que siempre has estudiado en los libros, es una sensación bastante especial.






Para terminar nuestro viaje por la bota, nos dejamos caer por la ciudad de las góndolas. Esta la tomé desde el puente Rialto, justo encima del Gran Canal. Venecia nos gustó mucho. Ni olía mal como dicen (al menos en nuestra estancia) ni estaba inundada en esa época. Es una delicia, tiene muchísmo encanto. Aunque claro, en una luna de miel, los lugares románticos se disfrutan mucho mas...

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sábado, enero 21, 2006

Experiencias “Tierra, trágame” (I)

Voy a ver si retuerzo un poco las neuronas que almacenan los recuerdos y haciendo un ejercicio algo masoquista, voy poniendo en el blog, todas aquellas situaciones que a lo largo de mi vida, me han ocurrido y que ojalá no hubieran pasado. Pues si, parece un poco paradójico que quiera recordarlas y sacarlas a la luz pero como también tienen un tizne de humor, creo que esto último vence a la vergüenza que me da recordarlas.

Ahí va una de ellas.

Hace unos años, viajábamos mi hermano y yo en un tren de cercanías hacia nuestro puesto de trabajo (currábamos los fines de semana en un hiper, reponiendo artículos, para sacarnos unas pelillas y pagarnos el carnet de conducir). Pues bien, ese día yo llevaba unas zapatillas en una bolsa, que me había comprado para dejarlas en la taquilla del trabajo y usarlas solo para trabajar. Hete aquí que cuando llegamos a la estación donde debíamos bajarnos, nos apeamos del tren como siempre, cuando de repente, me acuerdo de las zapatillas ¡ me las había dejado en el tren !, Me volví a meter en el vagón rápidamente a cogerlas, y en ese momento el tren comenzó a moverse. Me había quedado dentro y llegaría tarde el segundo día de trabajo. Si dejar pasar un instante, me di cuenta que el vagón estaba en el extremo del tren y que el vagón-maquina estaba al otro lado de la puerta así que inmediatamente y ante la mirada atónita del resto de viajeros, me lancé a aporrear la puerta, gritando que parasen el tren. Varios segundos después, tras ver que no conseguía nada, la mente empezó a funcionar con mas claridad, y entonces me percaté algo importante: Aunque efectivamente, estaba aporreando la puerta del maquinista, el vagón-maquina que estaba aporreando

¡ era último vagón del tren y el maquinista se encontraba justo en el otro extremo del tren!

Entonces me giré y vi al resto de viajeros mirándome con una mezcla de risa y estupor. Miré por la ventana mientras pensaba en lo que le iba a decir al jefe cuando me viera llegar tarde, y justo entonces, el tren se detuvo casi al final de la estación y pude abrir la puerta y bajar al andén. ¿Qué había pasado? ¿Habría realmente un maquinista al final de tren y me habría oído?. Pues no. Mi hermano, había entrado en la sala de control de la estación, al grito de ¡Paren el tren, que mi hermano se ha quedado dentro!, y le hicieron caso. Llamaron por radio al maquinista para que parase el tren.

Esto ocurrió hace unos 14 años y la estación no era muy importante. Si esto lo hiciera alguien hoy en día, como mínimo acabaría en comisaría para dar explicaciones... No creo que hoy se pueda entrar alegremente en la sala de control de una estación de cercanías gritando, ¡Paren el tren, paren el tren!

La verdad es que cada vez que me veo aporreando la puerta del último vagón del tren, me sonrojo. Aunque la entrada de mi hermano en la sala, tampoco se queda corta.

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jueves, enero 12, 2006

Año nuevo, vuelta a Google

Ya estoy de nuevo en Google, y por varios sitios a la vez...

Es una pequeña dosis de satisfacción para el ego.

Que bien.

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Desinhibiciones cotidianas

Cuando menos te lo esperas, te ves inmerso en una situación incómoda en la que no te queda otra opción que resoplar y pensar, “no hay dolor, aguanta y tira para adelante”. Por otra parte, también a veces uno es testigo de momentos en que se rompen las leyes de la física, el tiempo y el espacio.

Hoy he participado en algo que cumple todo lo anteriormente indicado. Me ha ocurrido esta mañana, de camino al trabajo. Tras haber dejado pasar un metro por que iba hasta los topes, me he encaminado al interior del siguiente con ciertas dudas sobre si conseguiría entrar o no porque también iba muy cargado de pasajeros.

He intentado entrar al interior del vagón, pero al llegar al umbral del mismo, había tanta gente dentro que no he podido avanzar más. Así que he pensado “bueno, al menos saldré el primero”. Craso error, ya que detrás de mi, ha entrado otra persona y luego otra y otra más y otra... Y así hasta quince más... Ha sido increíble. No hacía falta agarrarse a ningún sitio. Menos mal que iba escuchando música y he podido “aislarme” un poco de la situación. Me he concentrado en la música, intentando no pensar en la cantidad de “puntos de presión” que estaba sintiendo al mismo tiempo. No es la primera vez que entraba en un vagón de metro lleno de gente o que subo a un autobús repleto, pero sin duda esta vez ha sido la vez que más apretado he viajado en un transporte público. En esos momentos sientes como tu y todos los que te rodean intentan mantener la compostura, pero indudablemente, es una situación bastante violenta, sobre todo porque en cada frenazo o acelerón del convoy, y en un pequeño intervalo de tiempo, eres víctima de una aluvión de contactos provenientes de codos, rodillas, mochilas, culos, tetas, paquetes (de todo tipo), nucas, bolsos y pisotones. Y además con el valor añadido del amplio espectro de alientos y olores de diversa índole que se expanden en el vagón. Gracias a Dios, solo era un trayecto corto y en la siguiente estación me he bajado. Me he acordado de las imágenes del metro de Japón.

Si después de esto, uno no desinhibe, al menos un poco, es que no es humano.

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