sábado, enero 21, 2006

Experiencias “Tierra, trágame” (I)

Voy a ver si retuerzo un poco las neuronas que almacenan los recuerdos y haciendo un ejercicio algo masoquista, voy poniendo en el blog, todas aquellas situaciones que a lo largo de mi vida, me han ocurrido y que ojalá no hubieran pasado. Pues si, parece un poco paradójico que quiera recordarlas y sacarlas a la luz pero como también tienen un tizne de humor, creo que esto último vence a la vergüenza que me da recordarlas.

Ahí va una de ellas.

Hace unos años, viajábamos mi hermano y yo en un tren de cercanías hacia nuestro puesto de trabajo (currábamos los fines de semana en un hiper, reponiendo artículos, para sacarnos unas pelillas y pagarnos el carnet de conducir). Pues bien, ese día yo llevaba unas zapatillas en una bolsa, que me había comprado para dejarlas en la taquilla del trabajo y usarlas solo para trabajar. Hete aquí que cuando llegamos a la estación donde debíamos bajarnos, nos apeamos del tren como siempre, cuando de repente, me acuerdo de las zapatillas ¡ me las había dejado en el tren !, Me volví a meter en el vagón rápidamente a cogerlas, y en ese momento el tren comenzó a moverse. Me había quedado dentro y llegaría tarde el segundo día de trabajo. Si dejar pasar un instante, me di cuenta que el vagón estaba en el extremo del tren y que el vagón-maquina estaba al otro lado de la puerta así que inmediatamente y ante la mirada atónita del resto de viajeros, me lancé a aporrear la puerta, gritando que parasen el tren. Varios segundos después, tras ver que no conseguía nada, la mente empezó a funcionar con mas claridad, y entonces me percaté algo importante: Aunque efectivamente, estaba aporreando la puerta del maquinista, el vagón-maquina que estaba aporreando

¡ era último vagón del tren y el maquinista se encontraba justo en el otro extremo del tren!

Entonces me giré y vi al resto de viajeros mirándome con una mezcla de risa y estupor. Miré por la ventana mientras pensaba en lo que le iba a decir al jefe cuando me viera llegar tarde, y justo entonces, el tren se detuvo casi al final de la estación y pude abrir la puerta y bajar al andén. ¿Qué había pasado? ¿Habría realmente un maquinista al final de tren y me habría oído?. Pues no. Mi hermano, había entrado en la sala de control de la estación, al grito de ¡Paren el tren, que mi hermano se ha quedado dentro!, y le hicieron caso. Llamaron por radio al maquinista para que parase el tren.

Esto ocurrió hace unos 14 años y la estación no era muy importante. Si esto lo hiciera alguien hoy en día, como mínimo acabaría en comisaría para dar explicaciones... No creo que hoy se pueda entrar alegremente en la sala de control de una estación de cercanías gritando, ¡Paren el tren, paren el tren!

La verdad es que cada vez que me veo aporreando la puerta del último vagón del tren, me sonrojo. Aunque la entrada de mi hermano en la sala, tampoco se queda corta.

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